martes, 13 de mayo de 2014


El porqué de algunos arcos.

¿Te has parado a observar la ciudad que te rodea? ¿Sueles levantar la vista? Aprender a mirar es un arte que practicamos poco. Y la ciudad es una fuente tridimensional (multidimensional en realidad) de información, de conocimiento, de potencial deleite y disfrute.

Por ello, si uno se fija, encontrará multitud de detalles que reflejan lo que la ciudad es y lo que la ciudad quiso ser. Y unas voluntades se sumaron a las anteriores y unos deseos cubrieron los previos. Cada momento social tiene un reflejo en la ciudad edificada y, por tanto, las ciudades se componen de retales de las ciudades previas. Y a través de sus restos podemos adivinar las ciudades ideales.

Sobre la invisibilidad de las ciudades el querido Italo Calvino nos dejó una bella muestra, porque hay ciudades que son invisibles (sin ir más lejos la que cada uno construye para sí día a día con sus vivencias –algo de esto hablaba en la introducción a esta serie de columnas-). Pero de las ciudades invisibles del pasado hay trazas, pues el ayer se resiste a desaparecer siempre. Así que trataré de hacer visibles algunas de esas ciudades, algunos de esos santanderes que normalmente no vemos.

Juguemos un poco… ¿No te has parado a pensar en lo curioso que es que la torre de nuestra catedral tenga un pasadizo con arco bajo sí? Las torres en general se asientan firme en el suelo y se elevan lo más posible hacia arriba. Esta nuestra no. Y en la sociedad de los humanos casi “todo es por o para algo”. Esta torre nuestra no es una excepción a esta regla
.
Lo interesante del caso es que la explicación revela una circunstancia radicalmente trascendental para nuestra ciudad. A partir de este detalle llegaremos a un conocimiento bastante amplio en pocas líneas. Vayamos por partes si os parece. El que una torre tenga un paso debajo… lo que quiere decir es que era preciso o necesario pasar por debajo para algo, eso parece obvio. Pero semejante ingenio de piedra parece hoy excesivo para, simplemente, dar acceso a la iglesia catedral desde la (hoy en día) plaza.. o para llegar a la plazoleta en que se encuentra el obispado, pues rodear la torre es algo más que posible. Es demasiado el despliegue edificado para lo que se consigue… por ello no es descabellado suponer que hay un porqué encerrado y que, tal vez, otra explicación posible... una explicación que nos lleva a los orígenes de la ciudad.


El Santander primigenio se asentó sobre este rocón sobre el que hoy vemos la catedral (los vestigios encontrados así lo atestiguan). Pero ese promontorio no estaba, como lo está hoy, así aislado, a lo mini Mont Saint Michel. La abadía de los Santos Mártires y el castillo anejo de San Felipe eral el final y a la vez el corazón de algo… ¿De qué? De la calle Alta, ni más ni menos (nunca habéis pensado lo curioso de encontrar edificios tan representativos como el Hospital de San Rafael (Parlamento de Cantabria) la iglesia de Consolación o el convento de Santa Cruz (Tabacalera), se encontraran en una calle tan poco relevante hoy en la vida ciudadana como la calle Alta?. 

Cuando esta ciudad primera se quedó pequeña fueron ocupados los terrenos situados al norte (hacia donde hoy están la calle de San Francisco, Juan de Herrera…Rualasal), para lo que hubo que franquear la ría (el mar entraba ahí hasta más allá de la propia catedral en dirección a donde hoy se halla el Ayuntamiento) con un puente (de hecho por algo se llama calle Puente la que va de la Iglesia de la Compañía hacia la propia catedral). Este esquema de Puebla Vieja (la primera, en torno a donde está la catedral) y Puebla Nueva (la ubicada en torno a la iglesia de la Compañía) duró durante muchos siglos, durante los cuales la Puebla Vieja perdió peso e importancia.

La puntilla llegó en 1941 con el fuego, que consumió prácticamente todo cuanto había edificado sobre la ciudad antigua (el fuego de detuvo más o menos en donde en su día se encontraron las murallas (o cercas) del siglo XVI). Y la repuntilla vino con el proyecto de reconstrucción que aniquiló la propia orografía primigenia, efectuando tremendos desmontes.

Y aquí volvemos al principio, al arco bajo la torre. Los planificadores de la reconstrucción decidieron que era conveniente conseguir la mayor parte de terreno llano y conectar el corazón de la ciudad con la zona portuaria.. así que cortaron de tajo el cabo original separando para siempre la calle Alta de la Catedral, y creando las calles Lealtad, Emilio Pino e Isabel II a la cota del puerto, suprimieron por tanto el puente, que ya no servía para nada, y ampliaron los desmontes hasta la iglesia de la Compañía (que se encuentra elevada hoy, cuando en su día la puerta estaba a ras de calle. Más detalles curiosos, trazas casi invisibles de la antigua ciudad: si os fijáis desde la plazoleta junto a la torre de la catedral hay unas escaleras que conectan con Lealtad… y si desde las escaleras miras al frente ves otras escaleras al final de Emilio Pino que dan a parar a Ruamayor (la calle del cine Los Ángeles); estas escaleras marcan la traza de una lógica urbana destruida por el fuego conceptual de la reconstrucción de Santander tras el incendio.

Así que ese arco bajo la torre fue un arco sobre la calle principal de la ciudad, la que conectaba la Puebla Vieja con la Nueva gracias al Puente. Por eso existe, por eso es tan grande. Por eso.

Y todo esto… tras mirar un arco bajo una torre y preguntarnos su porqué… Mirar y cuestionarse entraña estos riesgos.

viernes, 11 de abril de 2014

Todas las ciudades tienen una casa azul.


Foto: Namor Omán
Este mes de abril se celebrará en Medellín (Colombia) la séptima convocatoria de ONU-Hábitat, el Foro Urbano Mundial, en el que serán abordados los desafíos de las ciudades del futuro. La población mundial es cada vez más urbana (dentro de pocas décadas seremos nueve mil millones de humanos y se estima que 70 de cada 100 terrícolas humanoides vivirán en algo que llamamos ciudades). Habrá lugares, como China, donde será precisa incluso la construcción ex novo de unas 200 urbes para dar cabida a la nueva población. Los retos como veis son titánicos, la preocupación creciente y los esfuerzos serán enormes para lograr que las ciudades sirvan para proteger la buena vida de sus habitantes, pues no tienen otro fin.

Y es en este ámbito trepidante en el que Santander seguirá siendo la novia del mar. Puede que logre ser toda una smart novia, puede que no. De momento lo que el presente nos muestra no es muy alentador, pues más allá de los pequeños avances ciberasistidos la ciudad sigue perdida, sin centro y sin rumbo. Una ciudad en la que la desigualdad, uno de los grandes problemas de esta España nuestra, queda marcada en sus calles y barrios, plazas y paseos.

Ser paseante sin prejuicios tiene la ventaja de que uno puede hacer suya partes de la ciudad que sin ese caminar aleatorio serían invisibles (hay ciudades invisibles en la ciudad que cada uno habita, pero igualmente reales, como podrá confirmaros el propio Ítalo.

Y un Santander invisible es el de antaño (y no hablo de nostalgias). Siempre he pensado que el Santander de hoy, el “nuestro” no puede entenderse sin el Santander de ayer, desaparecido o transformado en esa metamorfosis continua a la que obliga el tiempo a todo aquello que nos son ruinas.

En Santander hubo, amén de otros pequeños, un gran incendio en 1941, aunque siempre he pensado, tras estudiar todo el proceso, que no fue un fuego, sino que fueron dos: Uno el que todos conocéis, el fuego vivo animado por vientos de huracán que quemó hasta los tuétanos el corazón del Santander “primitivo”, y otro, el fuego conceptual, carente de llama abrasadora, pero igualmente aniquilador, que para mí representa el proyecto de reconstrucción realizado, que rompió de facto la lógica de muchos siglos soñando una ciudad improbable. Un fuego para quemar el corazón y otro para olvidarlo.

Desde entonces Santander va como vaca sin cencerro, descorazonada, asumiendo como mejor puede su calidad y cualidad de linealidad excéntrica. Siento a menudo como una pena el hecho desgraciado de que la excentricidad geométrica no trajera pareja una excentricidad conceptual y creativa que desterrara los convencionalismos y la falta de imaginación, rumbo y propósito, que han marcado desde entonces el día a día santanderino. Décadas de planificación absurda, de trampa sobre la trampa, de autoengaño, nos han dejado una ciudad compleja que sigue automutilándose; una ciudad que tendría razones suficientes para estar acomplejada si no se mirara continuamente en el espejo deformante que devuelve belleza –que la hay- ocultando las miserias –que abundan-. Ciudad lineal, ciudad dual de palacios y cuchitriles, de brillos y mates que matan.

Ciudad espejismo que pierde población, que parece mucho mayor de lo que realmente es, que se vive como si fuera mucho más grande de lo que es. Una ciudad que dejó de latir y momificada (zombificada mejor dicho) ve cómo los años van pasando y cómo el progreso apenas la roza. Una ciudad que necesita, como la bella novia, enferma y durmiente, del mar, que unos labios apasionados le devuelvan (a) la vida. Mientras ese muerdo llega, aletargada, Santander ha destruido gran parte de su patrimonio, con firmas que fueron fuegos que borraron del mapa hitos que van siendo olvido, hitos que se volverán color sepia y que mirarán los indígenas más anclados en el ayer que en cualquier hoy que construye mañanas.

Lo curioso, lo maravilloso, lo fascinante, es que hay fuerzas que la voluntad (o falta de ella) de los despachos difícilmente puede sospechar, energías que se escapan a toda previsión. Hay en esta ciudad nuestra ojos que miran diferente, impulsos que suman y enriquecen a pesar de los que mandan. Hay energías que me hacen pensar que el potencial de esta nuestra pequeña ciudad que mira al sur desde la costa del norte de un país del sur del norte puede ser desarrollado.

Color sobre lo descolorido, grises de mil matices, músicas, voces, aires de tonalidad nueva. Me gusta pensarme ahí, dentro de ese conglomerado inconsciente de sí mismo que hace que esta localidad sea prometedora.  Y sólo espero que mientras China construirá sus decenas de nuevas urbes, nosotros reconstruiremos el corazón que nos falta y lo haremos latir (aunque sea con arritmia, que también tiene su punto).

El paraíso está aquí mismo.  Afortunadamente esta ciudad tiene una casa azul.

lunes, 3 de marzo de 2014

(sub)Marine LePen.

Foto: Namor Omán
Buenos días amigos, y que ese lunes, la semana, nos sean propicios.

Anoche recibí una inyección de vitaminas directamente en la vena de la motivación política -nunca están de más- tras seguir atentamente la entrevista televisada de Ana Pastor a (sub)Marine LePen. Y es que el tono de voz dulce y modulado de la dobladora no me impidió escuchar por debajo (hay que estar siempre atentos al soto-discurso, en particular al populista y demagógico) la voz bronca y la vulgaridad de unos propósitos extremos que a duras penas vestía de color media-tinta. Y es que su violencia de baja intensidad (que podía cortarse con "couteau" cada vez que decía "Madame" a la entrevistadora) me es absolutamente insoportable y estimula mi implicación y convicción de ser barrera a sus pretensiones y las de los suyos, allá y acá. En donde sea.

Sus intentos de desestabilizar a la entrevistadora (que suelen darle resultado allenda los Pirineos con sus interlocutores) fueron en vano ante la determinación de la periodista: en efecto, le salieron por las culata los intentos de persolanizar las cuestiones (¿ha acogido Ud inmigrantes en su casa?) o de criticar una supuesta caricarituración de su discurso simplemetne porque se empleaban sus propios ejemplos... pero hacia ella.

"¿Por qué caricaturizar mi discurso?" vino a decir (sub)Marine. Pues para ser claro Doña Marina. Debería saber la frentenacionalista que la exgageración de ciertos rasgos es un recurso habitual en las letras (y otras artes) para acercar la esencia del objeto descrito. Aunque en cierto sentido tiene razón: ¿Por qué caricaturizar su discurso? Caricaturizar la caricatura es un poco extremo... casi tanto como ella.

Lo grave es que aproximadamente un quinto de los francese se ha dejado regalar los oídos y comer la oreja con un discurso venenoso e indigno de la cuna de los DD.HH.




miércoles, 26 de febrero de 2014

Alice el el país de las Maramunros
"Soñaba a menudo con mi madre y, aunque los detalles del sueño variaban, la sorpresa era siempre la misma. El sueño se detenía, supongo que porque era demasiado transparente en su esperanza, demasiado complaciente en su perdón (...)".

En literatura tengo aún, afortunada y desafortunadamente, cientos de asignaturas pendientes, pero hoy tengo un cate menos ya que por fin empecé un libro de relatos de Alice Munro, regalo de Reyes . Os acabo de dejar cómo comenzaba (ya avancé en su lectura y me ha cautivado) el cuento"Amistad de Juventud".